Detalles.

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  • Se detenía en el mirar de sus labios, cuando llevaba ella a su boca el bocadillo recubierto de azúcar, quedando ésta allí... como diamantes sobre la lisa superficie carmesí.

    • ¡Hey! ¿Me oyes? - Dijo con enojo ella relamiendose el dulce. En los labios y en sus dedos.
    • La verdad que no, estoy un poco sordo y...
    • ¿Y? - Atacó severamente la de los labios de rosa.
    • No quiero oirte, quiero otra cosa - Y se atragantó el joven con su saliva, quiso continuar, pero empeoró su estado. - Quierooo!... - Ella golpeó poderosamente su espalda, haciendo que al joven se le salieran los ojos de la orbita y salieran despedidos a las estrellas.
      Cuando recuperó su voz intentó vocalizar un poco para no sonar ronco en lo que iba a decir y lo dijo

    Dame... - Interrumpió y tosió. No sabía que había tantas cosas que iban a dificultarle su pedido, la vergüenza; la saliva que no podía tragar; la nariz que empezaba a gotear por su alergia a las piñas de los pinos, un gato que se había quedado atrapado en el árbol y no podía bajar. Encima tiraba decenas de piñas arriba de su cabeza, él aprendiendo a esquivarlas y a golpearse con ellas, ahogado hasta el peroné...

    Quiso reanudar y a la muchacha no se le ocurrió otro chiste que

    • ¿Dame un beso?

    El muchacho estornudó con fuerza, hacia el suelo, ningún proyectil, ni suyo ni tampoco de las piñas que tiraba el gato cuando hacia menear las ramas.

    • Dame un caramelo. - Contestó susurrando.

    La joven miró hacia abajo, decepcionada, y volvió a mirar a su compañero, tristemente le contestó que ya no quedaban más. Se tiró al suelo y le observó el rostro...

    • ¡Bah! - Exclamo, luego disminuyendo paulativamente su voz. - Nunca se hacen realidad mis chistes...
    • ¿Eh? Nada más no quiero contagiarte el resfriado, no me pidas mucho. - Contestó sonándose la nariz con un pañelo, el joven.
    • ¡Es eso exactamente lo que quiero! - Se levantó la chica y se tiró arriba de él, él la evadió pero al ver que caía la sostuvo de panza y espalda con sus brazos. Rompiendo el misterio ella respondió... - Si lo dices por el mal aliento, eran caramelos de menta.

    La acomodó y le estampó un beso en la boca, como bien se hace.

  • Una historia...extravagante? Sí, extravagante. Aunque generalmente todo lo que escribes tiene esa característica xD

    Ya te he dicho algo, y lo seguiré repitiendo hasta que lo mejores. Mira tu coherencia a la hora de escribir, es decir, la conexión que hay entre oraciones. Mira cómo usas tus puntos y comas en todo el texto. Y mira la forma con que escribes también. Muchas cosas suenan bien cuando las dices, pero al escribirlas no se ven bien, incluso llegan a estar fuera de lugar y a quitarle finura a la historia. Revisa nuevamente lo que has escrito y corrige estos detalles. Serán fáciles de reconocer, te lo aseguro.

  • Pensar que durante un momento quedo estupefacto, al no poder creer lo que veía se dirigió corriendo hacia ella; tomando su rostro inerte, blanco como el mármol, y empapado de agua. Mientras golpeaba el pecho de la joven con las dos manos se rehusaba a esa realidad, recordaba todos sus momentos juntos. El frío de su piel lo hizo desistir.
    Volvió a su mente su sonrojado rostro, mientras cerraba los ojos. El ébano en los ojos de la muchacha podía derretirlo, sin embargo, no iba a profanar sus párpados para ver la marca de la muerte.
    Hubiera querido por un momento, él, dejar de hacerse el difícil y contarle a la viva mujer todo lo que había sentido. Tomó una silla y se sentó al lado de ella, tomó su mano y la apoyó en su cara, intentando que ella sienta las lágrimas. ¡Como si lo sintiera, empapada de agua, ahogada! Ante una situación similar ella diría que él habría perdido el juicio, los jueces, los culpables, y los abogados.
    Dio vuelta la cabeza el príncipe, para encontrarse con la figura de la gemela de la ahogada y darse cuenta que eran idénticas en serio.

    • Por favor, sécala, les traeré una gala de funeral a las dos. - Contestó taciturno el joven.
      La gemela asintió con la cabeza y el joven salió del cuarto, mientras tocaba las columnas de marfil de la sala recordaba como jugaban juntos.
    • No me quiero casar - Oyó, esa voz de niña que antes ella tenía. - Quiero ser por siempre una niña, jugando contigo.
      Pensó que se estaba volviendo loco, pero vio textualmente las escenas de batallitas, las espadas de madera talladas a mano, sus cabellos largos. Quiso tocar a la niña, a la versión pequeña de su amada, pero cada vez que lo hacía, se desvanecía como el vapor.
      Cayó de rodillas al suelo, llorando de dolor, gritando, invocándola.
      Cuando quiso cometer la locura de desenvainar su daga, la fuerza de una mano de mujer la tiró al suelo. Esa mano acarició su cabeza y se hizo frente fantasmalmente. Era ella. Sentada en frente
      El muchacho titubeaba y la fantasma le interrumpió
    • Ya me viste muerta, ¿De qué te preocupas, amor? ¿De que no vuelva? Maldito egoísta.
    • De egoísta tengo tres pelos, no tienes derecho a decir eso. - Vociferó el chico. - Además...
    • Soy una ilusión, no te vuelvas loco hombre, que te falta poco para ser rey. Vuelvo, ¿Quién te dijo que no?
    • La loca aquí siempre fuiste tú, no me ofendas. - El principe se sacaba de quicio contestándole.
    • Te ofendo porque no puedes tocarme, cuando vuelva, no me harás nada. - Dijo ya levantándose y acercándose la amada. - Y no te besaré por el simple hecho de que me cuesta barbaridades tocarte, ya lo haré.

    Desapareció la ilusión y escuchó tosidos, corrió a ver a las hermanas y la muerta tenía una sonrisa en su rostro y abrió los ojos. El joven echó a reir, tocó su frente y se percató de la alta fiebre, allí se desmayó.
    La muerta se levantó del lecho, se sentó de cuclillas en frente del desmayado, tomó su cabeza y la apoyó en su pecho, todavía frío. La muerta no era más muerta, la fiebre le bajó rápidamente a él y ella recuperó su temperatura.

    • ¿Ves? - Y ella sonrió, sus mejillas enrojecieron - No me haces nada.
      Le robó un beso y llamó a su hermana, que ya parecía una estatua observando a su gemela.
    • ¡Vamos a tomar el té! - Exclamaban mientras sacaban otro colchón del armario y acostaban al "robado", lo cubrieron con una manta nueva y se fueron al patio. Se fueron por la puerta que apuntaba al oeste, que llevaba directo al patio.

    ¿Quién diría que éste cuento se encuentra debajo del Océano Pacífico?

  • Se hallaba una joven acostada de bruces sobre un diván con su cabecera pegada a la pared, fuera de escena una pelea de gritos. La joven estaba destrozada en tristeza, apoyando su cabeza en la almohada ahogando los llantos.

    JOVEN: _(Entre sollozos, como foca marina, y golpea su cabeza fuertemente contra la pared con cada frase.) _
    ¡Yo nací! ¿¡Para qué!?
    ¡Yo sobreviví! ¿¡Por qué!?
    ¡Yo me alimenté! ¿¡Para qué!?
    ¡Yo lloré! ¿¡Por qué!?
    ¡Yo crecí! ¿¡Para qué!?
    ¡Yo los maté! ¿¡Por qué!?
    ¡Yo amé! ¿¡Para qué!?
    ¡Yo me muero! ¿¡Por qué!?
    ¡Yo hago a la gente infeliz! ¿¡Para qué!?

    Y cae sobre la almohada, muerta, con muchas lágrimas en su cara y la sangre que baja por su cabello. ¡Mea culpa! Gritan desde afuera.