Bueno, no sé, pero hoy tenía ganas de postear alguna historia mía. Es antigua, pero voy a ponerla a ver si alguien más se anima, que veo esta sección muy vacia :S Después pondré recientes ^^
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[alinear-centro]Memorias[/alinear-centro]
Recuerdo que hace mucho tiempo estas tierras eran muy poco conocidas en todo el mundo. Muchos barcos habían pasado cerca de este territorio, sin embargo nadie se aventuraba a anclar aquí. Decían que la isla a veces se veía y a veces no. Más aún, con todo ese cuento del Triángulo de las Bermudas, nadie era lo suficientemente valiente para embarcarse en tal aventura.
Sí, recuerdo que en mi juventud era ya un reconocido integrante de las Fuerzas Armadas. Iba escalando niveles a una velocidad increíble, por lo cual siempre pensaban que tenía vínculos familiares con algún alto mando. Ja, si supieran que ni siquiera llegué a conocer a mis padres...
Y es justamente por eso, por mi gran habilidad, que me eligieron para dirigir la gran misión que otras personas se habían negado a realizar. Dijeron que era un premio y a la vez una orden. Irónico, ¿no creen? No pude negarme, no en ese momento. Estaba tan cegado por mi ambición y por mis ansias de llegar a lo más alto, que no me detuve a pensar ni un instante en mi vida. Quería demostrarles a los demás quién era yo. Sí, el huerfanito, el humillado por no tener un hogar y un techo donde dormir, quería que vieran como yo crecía y me hacía más poderoso, mientras ellos se quedaban contentos con lo poco que tenían, pobres mediocres.
Recuerdo que al día siguiente yo caminaba tranquilamente y rebozando de orgullo por todas las instalaciones, mientras las personas que me rodeaban volteaban y miraban hacia donde yo estaba de manera muy extraña. Llegué a pensar que en su interior, cada uno de ellos se moría de la envidia.
Recuerdo el día en que partí de mi patria al mando de un pequeño número de soldados. El grupo no superaba las cuarenta personas y eso logró que un chispazo de duda aflorara en mi ser. La orden era clara y específica: Examinar el lugar de rincón a rincón y regresar lo antes posible. Y allí surgió la pregunta. ¿Cómo con menos de cincuenta hombres iba a inspeccionar toda una isla? ¿tan pequeña era?
Estuvimos día tras día navegando, sin ver rastro alguno de nuestro destino. Empezaba a impacientarme.
Recuerdo que pasado un tiempo, prácticamente nos obligaron a seguir nuestra "aventura" solos, a bordo de cinco pequeños botes. Ya la isla podía verse, pero el capitán del barco se había negado rotundamente a acercarse más, por lo que ese lugar quedó marcado como el punto de encuentro. Enseguida se fijó el tiempo que teníamos para realizar lo que nos había ordenado. Siete días era el plazo límite, la embarcación nos esperaría 24 horas.
Apenas terminamos de acordar la hora y el lugar, ordené a todos mis soldados marchar hacia la isla. Aún tengo grabado el rostro de muchos de ellos, rostros que reflejaban desgano y rebeldía.
Ya en nuestros pequeños transportes pude hablar con uno de mis hombres. Le pregunté a qué sector del ejército pertenecía. Sonrió y simplemente dijo "Somos libres de obedecerte o no, en lo que digas"
Recuerdo cuando regresaba en uno de los botes medio destrozados, ensangrentado, cansado y solo, como siempre lo había estado. Esperé horas y horas a que el barco que nos había traído a este lugar me rescatara, pero nunca llegaron. Me sentí abandonado y más aislado que nunca. Y como ven, no me quedó más remedio que regresar a la isla y retar a la muerte.
- ¿Y qué fue lo que sucedió en toda esa semana, abuelito? -- preguntó curiosamente un pequeño muchacho - ¿Tiene algo que ver con lo que le pasó a tu brazo? ¿Lo recuerdas?
- Claro -- exclamó el anciano sura -- Pero recuerdo también que ya es muy tarde, y mañana debemos entrenar sus magias. Quiero que sean los más poderosos de este reino, que sean reconocidos en cada lugar que pisen...
- ¿Como tú? -- preguntó otro chico.
- No -- respondió el venerable hombre después de haberlo pensado durante un largo tiempo -- Como yo, no. -- susurró y abrazó a sus nietos, demostrando que aún en su corazón existía aquello que la vida se había negado a darle en su totalidad: el amor.