- ¿Para qué lo harás? ¿Desde cuándo crees que eso te salvará? ¿En serio crees que te dará felicidad?
Son ilusiones banas, totalmente utópicas, estás esperando que el maldito puente se construya para pasar, y no lo ves, pero está hecho, y eres tu, si tú, soberana idiota, la que está esperando a que yo, te haga cruzar. ¿Esperas? ¿Qué esperas?
Sabes que la vida no tiene sentido, son vagas repeticiones de cosas que los otros hacen. No eres más que basura para el mundo celoso de la porquería que no ve. -
Estas palabras pude escuchar de parte de mi inconsciente mientras estaba mirando las grietas de mi techo, hecho así por la granizada infernal de hace unas semanas. Mi inconsciente, está compuesto de mis dos personalidades; la agresiva y excesivamente rápida; y la calmada y excesivamente lenta. Las escuchaba relativamente poco, en casos excepcionales... Pero entraron rápidamente por los huecos que había dejado mi corazón, que se había jactado de sus deseos más profundos e importantes. Ahora que lo pienso, todavía tengo una parte de esas raíces, que no sé si arrancarlas del todo o dejarlas germinando otra vez, induciéndome en una melancolía que si no estuviera contenida dentro de mi cuerpo, se expandería hábilmente por el mundo, aunque no tengo realmente ninguna razón para tener esa melancolía. La tengo, y me odio.
A la miserable luz de las velas había escrito dos palabras, las más hermosas para mí, esas dejarían de existir junto con el recuerdo más hermoso que tuve, el juego más monótono, y... La espera de algo que nunca se cumple;
Promesas.
Yo, porcelana, dejé armarme otra vez por el barro, el demonio dentro de mí. Rápida la negra, me indujo dentro de la intuición asesina, me volví agresiva, histérica... Y todo por ser antojada.
Antes de volverme así, tuve un sueño:
La mujer hermosa de pelo rubio platinado y largo, piel blanca como la nieve, ojos con una iris muy similar al aspecto de un hielo, vestido de escote cuadrado y corsé; seda blanca; y rosas pegadas...
La mujer descuidada, de pelo color azabache, igual que la otra físicamente con las excepciones contadas, ojos apenas marrones con un pequeño reflejo del fuego, vestido de algodón negro como el carbón con agujeros enormes que dejaban ver un traje similar al otro también quemado.
Era en un arroyo seco, una cantidad de cardos, cortaderas que creía yo que era incapaz de pisar, siendo el único camino, puesto que las rocas eran demasiado calientes como para pisarlas. Podía alternarme como un fantasma, estando dentro de aquellas dos mujeres, viendo como pisaban las plantas, asimilando que aún con los pies descubiertos podían caminar.
Pude ver como destrozaban sus vestiduras y su piel con los filos de espadas largas. Cerré los ojos posterior a salir de una de las luchadoras y cuando estaba frente a ellas, dos fogatas se hicieron alimento de su carne y sus huesos, que rápidamente se tornaron del color que simbolizaban éstas muchachas. Luego de oler el hedor de el sufrir, sangre y carne quemada en forma de humo; volví a mi estado normal humano, así me convertí en el mismísimo ángel de la tristeza.
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