- Amigo, encomendarnos al azar y a la suerte no es la mejor solución, pero si la situación así lo requiere, nos arriesgaremos. Acepto tu idea de ir por las cuevas - dije sin mucho énfasis - pero antes deberíamos buscar algo para encender fuego, para calentarnos, iluminarnos y protegernos de los animales salvajes que podrían habitar los túneles. Propongo dejar una señal en el suelo, una marca en la tierra con una piedra diciendo que hemos abandonado la cueva por los túneles, por si el troll no estaba aliado con el guía y volvía a la cueva a rescatarnos ,- en realidad, desde el principio desconfié de ese troll y estaba casi seguro de que nos abandonaría, pero siempre había esperanza - solo para que rodee la montaña y nos espere al otro lado.
Dicho esto, comencé a frotar una piedra contra otra para ver si conseguía la tan deseada fuente de calor y luz. Mientras, miraba a mis compañeros, invitándolos a imitarme, a ver quién conseguía hacer el fuego antes. Pensé que eso sería como un juego, un desafío que nos motivaría a hacerlo y estrecharía nuestras amistades. Para hacer el rato más agradable, pregunté:
- Biped, Agathor, ¿desde donde venís? ¿Qué era de vuestras vidas antes de emprender esta aventura? Yo provengo de la comarca Hobbit, en una aldea apartada de la ciudad, al sud-este, donde se halla la prestigiosa "Escuela de Caballeros y Paladines" de esa tierra. Vivía allí solo, ya que no he tenido la suerte de encontrar pareja ni de tener descendencia, y me dedicaba a vigilar la aldea de los bandidos y atracadores. No es un trabajo muy entretenido, ya que por allí nunca suele pasar nada fuera de lo normal, pero me mantiene ocupado y me da de comer.
Bueno, ya sabeis mi historia, ahora me conoceis un poco mejor. ¿Qué era de vosotros, amigos?
Seguí intentando encender el fuego, ya en un ambiente más familiar, esperando la respuesta de mis compañeros allí presentes.