Poco a poco la sala se iba llenando de seres bastante particulares. Los consejeros del rey no salían de su asombro al ver a hombres rata y centauros paseando por las lujosas instalaciones, haciendo un muy mal contraste con la belleza y la elegancia presentes en cada rincón. Uno a uno el sabio recibía las respuestas de cada personaje, escuchando pacientemente y grabando cada nombre, cada rostro en su mente.
Horás después, el Rey pidió ver a aquellos que habían logrado descubrir la respuesta. Cuatro guerreros se presentaron delante suyo y lo miraron expectante. Ciertamente, era un grupo particular. Un troll de gran altura, poco cabello y de facciones bastante gruesas resaltaba en un lado de la sala. Un lobo reposaba a sus pies, para sorpresa del rey, mirándolo también fijamente. Cerca de él, un descendiente directo de la familia de los elfos inclinaba su cabeza en señal de respeto. No parecía tener una fuerza física extraordinaria, ningún músculo asomaba entre sus ropas y su altura era mediana. La imagen de debilidad era aún más exagerada debido al tosco troll que se imponía a su lado. Sin embargo algo en los ojos de aquel guerrero denotaba que no se trataba de ningún debilucho, la magia parecía correr por todo su cuerpo esperando a ser despertada por la voluntad del elfo. El único humano del grupo se encontraba a su lado. Un paladín, de cabello dorado, ya conocido en ciertas partes del Imperio, esperaba impacientemente la misión que les sería asignada, para demostrar una vez más su fuerza y valentía, y así poder liberar a su pueblo del peligro. Por último, un sonriente hobbit de cabellera gris ceniza irradiaba confianza y simpatía en el otro lado de la sala. Al parecer se trataba también de un paladín, a juzgar por su apariencia y el gran respeto que profesaba por el dios al que seguía.
El Rey observó al sabio, quién no necesito que el soberano le hiciera ninguna pregunta.
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Mi señor, fueron 6 los hombres que llegaron a la respuesta. Sin embargo, poco antes de llamar a todos, dos desaparecieron misteriosamente, sin dejar rastro alguno... - el sabio se detuvo, producto de las cortas pero estruendosas risotadas del troll - por lo que muy a mi pesar, solo disponemos de 4 guerreros para llevar a cabo nuestra misión.
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Muy bien - dijo el Rey - ellos solos dan la impresión de poder contra un ejército completo, no hay ningún problema. Ya me encargaré yo de buscar a los otros traidores. Ahora, no hay tiempo que perder. Las instrucciones son simples averiguar qué causa la presencia de los extraños seres que acosan a mi pueblo y eliminarla, o al menos dejar incomunicados este territorio y el de aquellas bestias malditas. Al parecer habrían dos portales cerca a los límites de nuestro imperio, por lo que tendrán que apresurarse. Dejaré un guía a su disposición, el cual los llevará a ambos lugares. Primero irán al este, donde se han avistado el mayor número de esas abominaciones y posteriormente al sur. Este portal se encuentra muy cerca a campamentos bárbaros, que extrañamente no se han visto afectados por estas horribles presencias. Intenten investigar esto también. Eso es todo, el guía estará afuera, esperándolos. Procuren hacer una buena labor y este pueblo les estará por siempre agradecido.
Minutos después, los 4 héroes salían de palacio bajo un fuerte viento y con miles de cosas rondando por sus mentes. La aventura estaba por comenzar.